Los valores deben conversar
Hoy en día, nadie duda en que vida y
libertad son algo positivo, algo que todos debiéramos defender. A nadie se le
ocurriría decir "estoy en contra de la vida" o "no creo en la
libertad" y esperar ser tomado en serio. Consideramos a ambos derechos
fundamentales indiscutibles, pero sim embargo creo que debemos discutirlos.
Debemos discutirlos porque no siempre
podemos tener ambos, porque en numerosas ocasiones entran en conflicto y nos
vemos obligados a priorizar uno por sobre el otro. Y aunque esto parezca
evidente, el nivel de conversación en estos casos es muy básico, casi sin
argumentos. Es como si uno simplemente debiera escoger un bando y ya, al final,
ambos son derechos fundamentales, ¿quién puede decirme que estoy equivocado?
Es esta falta de conversación, de
argumentos, de siquiera un intento de formar un marco moral sólido que nos
permita priorizar, el que permea las noticias estos días. Lejos de llegar a
consenso, las posturas se polarizan, los bandos se separan y se extreman y los
problemas se mantienen.
Una escala de prioridades
¿Qué tan valiosa es la vida?
Al hablar de valores fundamentales, es
importante darnos cuenta que nada es un absoluto. Si la vida primara por sobre
todas las cosas, ninguna causa sería suficiente para arriesgarla, ningún
conflicto válido o necesario. Y sin embargo el ser humano arriesga su vida todo
el tiempo, por causas que van desde lo loable y lo necesario hasta lo banal e
incluso lo estúpido. Claramente, la vida no es la consideración última.
Es más, hay cierto debate sobre de qué
hablamos cuando hablamos de vida. ¿Es tan solo un tema de cantidad? ¿Se mide
acaso en número de minutos o hay grados de "calidad de vida"
involucrados? Claramente no respetamos la vida por el solo hecho de que exista
un ser vivo, por ejemplo, la vida animal nos interesa muy poco comparado con la
humana. Por ende, la vida, en particular la humana, es una condición necesaria
para la búsqueda de algo más.
¿Qué tan valiosa es la libertad?
Por otro lado, como sociedad entendemos que
la libertad también tiene límites. Sabemos que mi libertad termina donde
empieza la de otro, de lo contrario la sociedad caería en un caos total, en
anarquía, libertinaje y la ley del más fuerte. En efecto, la privación de la
libertad es el castigo último, pero como sociedad estamos dispuestos a usar
este castigo de todas formas.
A diferencia de la vida, donde claramente
estamos vivos, no es tan claro que tan libres somos en medio de nuestras
circunstancias. Vivimos bajo serias limitaciones económicas, limitaciones de
salud, leyes, responsabilidades, incertidumbre, etc. Estamos en muchos sentidos
acostumbrados a ver nuestra libertad limitada de estas formas sin preocuparnos
demasiado y dispuestos a sacrificar algo de libertad para otros fines. Por
ende, pese a tener muchos más matices, la libertad también parece ser un medio
en vez de un fin en sí misma.
La mayor prioridad.
Al final de cuentas, es claro que ni la
vida ni la libertad son la esencia de lo que buscamos, ni los únicos criterios
que importan. Pensamos también en términos de seguridad, educación, igualdad,
oportunidades, salud, prosperidad, privacidad, sentido de vida, trascendencia,
etc. La lista es muy, muy larga.
A estas alturas la respuesta es, para mí,
obvia. El valor fundamental, el que está por sobre todo lo demás, es la
felicidad humana. Basta hacer la pregunta directamente: ¿Prefieres una vida
larga e infeliz o una corta y feliz? ¿Prefieres ser libre e infeliz o una
esclavo y feliz? Las preguntas pueden parecer extrañas, ya que sin duda vida y
libertad no están en general contrapuestas a la felicidad, sino del mismo lado,
por eso las buscamos. Pero planteando asumiendo que no fuera así (y a veces no
lo es), yo al menos escogería la felicidad en ambos casos.
El problema es que la felicidad no es un
derecho, no es algo que podamos poner en la ley o en un decreto, es algo que
debemos luchar por alcanzar y luchar por mantener. Más aún, en esa lucha es
probable que, a pesar de nuestros mayores esfuerzos, conozcamos más de una vez
la derrota.
Es para ayudarnos en esa lucha que buscamos
garantizar, en la medida de lo posible, libertad, vida y tantas otras. Es
importante no confundir los medios con el fin último, no perder de vista la
felicidad y quedarnos en una discusión de libertad o vida, al fin y al cabo, es
el fin el que puede iluminarnos cuando las prioridades parecen entrar en
conflicto.
¿Quién decide?
Nada de lo que digo es nuevo, y hombres más
grandes que yo lo han dicho con elocuencia, por ejemplo, la misma declaración
de independencia de USA:
"We hold these truths
to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by
their Creator with certain unalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of
Happiness."[1]
El contexto de esa época era interesante en
que, como en múltiples veces en la historia, muchos decidían arriesgar sus
vidas en la lucha contra la tiranía, en la búsqueda de libertad. Esto es, para
mí, tal vez el mejor ejemplo de que la libertad puede ser más importante que la
vida misma. También fue Jefferson quién escribió:
"The
tree of liberty must be refreshed from time to time with the blood of patriots
& tyrants. It is its natural manure."
Pero los tiempos modernos son tal vez
distintos, la tiranía no tan evidente, su cara no tan expuesta a la luz. Hoy
nuestras tiranías son sutiles: gobiernos con aparente legitimidad que poco a
poco se toman atribuciones que erosionan nuestros derechos, el aprovechamiento
de los poderes económicos, el control de la información. Sutiles, pero no menos
reales.
Sin embargo, esa sutileza va en nuestro
favor, ya que al menos hoy la tiranía debe guardar las apariencias y debe, en
alguna medida, responder a las personas. Es poniéndonos de acuerdo, es evitando
que nos manipulen y dividan, que podemos ser libres. Es, por el contrario,
cuando logran dividirnos, asustarnos y polarizarnos, que los gobiernos expanden
su poder sobre nosotros.
¿Qué tiene que ver el tema de la tiranía y
el gobierno con la libertad y la vida? Pues bien, la respuesta es que si bien
la felicidad es personal y la moral es personal, a menudo son los gobiernos los
que tienen la última palabra en estos temas. Nuestras opciones están
influenciadas por la constante amenaza de violencia (policía), pérdida de
prosperidad (multas) y pérdida de libertad (encarcelamiento). La opresión puede
a menudo ser peor que el problema mismo que se esté discutiendo y se oculta
tras las opiniones de las mayorías por sobre las minorías.
Como sociedad, debiéramos ser
extremadamente cuidadosos al discriminar qué derechos puede el estado suprimir
en nuestro nombre, en qué medida y por qué motivos. En la mayoría de los casos,
debiéramos dejar que las decisiones sean tomadas en los círculos más cercanos
al individuo que ve afectada su felicidad (el individuo mismo, su familia,
etc.), dejando al gobierno tan solo como última instancia.
Llevando todo a terreno
Mi conclusión por ende es que la decisión
de un individuo de sacrificar alguno de sus derechos tiene que ver con darle la
mayor felicidad posible y es últimamente personal. De poco sirve tener una
claridad de objetivos y un marco general si no los llevamos a la práctica. Lo
que sigue es un intento de hacerlo.
El derecho a correr riesgos
Es curioso que hablamos mucho de promover
la vida y sin embargo, dejamos que la gente arriesgue su vida diariamente. Hay
trabajos que requieren significativo riesgo de morir (la pesca en primer lugar)
y no están prohibidos. Lo mismo ocurre con varios deportes como el alpinismo,
el ski, la natación, carreras ecuestres, etc. ¿Por qué, como sociedad, no
prohibimos esas cosas? ¿No atentan acaso contra la vida? Lo hacen sin duda,
pero la sociedad reconoce en estos casos que la elección es de cada cual y ya
sea por necesidad o simplemente por pasión, algunos eligen asumir el riesgo
(incluyendo posibles costos económicos y otros que no tienen nada que ver con
vida o libertad).
Aplicar nuestro marco moral aquí es
evidente: libertad por sobre vida, felicidad por sobre vida, siempre y cuando
no se atente contra la libertad de otro.
El derecho al suicidio
La eutanasia y el suicidio son temas más
confrontaciones. A diferencia de los deportes ya no estamos hablando de
probabilidades, que son fáciles de ignorar, sino de certezas. Además, hay
ciertas tradiciones y religiones que se pronuncian fuertemente sobre el tema,
mientras que ningún libro sagrado indica "No deberás practicar
deportes" como mandamiento.
Sin embargo, en el marco mencionado la
respuesta aquí es clara. Nadie debiera decidir por ti sobre tu propia vida.
Además, la gente que opta por el suicidio es en general gente que sufre, que
sufre fuertemente. Si la felicidad es nuestro bien más fundamental, ¿cómo
podemos obligar a alguien a sufrir para quedar tranquilos en nuestros propios
sillones, pensando que la vida está segura sin importar las consecuencias? Es
claro para mí que el suicidio y la eutanasia no debieran ser criminalizados, de
nuevo, felicidad y libertad por sobre sobre vida.
Ojo que en el caso de la eutanasia, donde
hay más gente involucrada, el gobierno no debiera obligar o coartar a nadie su
libertad de no participar. Es perfectamente válido que un médico se niegue a
realizar la eutanasia, pero no puede oponerse a que otros lo hagan.
Es posible incluso ponerse en casos aún más
complejos. ¿Qué ocurre cuando la persona está en coma o sufre de locura? ¿Qué
ocurre cuando se debe escoger entre desconectar a un paciente enfermo o dejarlo
conectado? En estos casos la decisión va a depender de cual sea el nivel de
sufrimiento involucrado, que tipo de recuperación puede esperarse (y por ende
que clase de vida preservaríamos, ¿una vida feliz?), de la probabilidad de cada
resultado posible, etc. La respuesta va a ser distinta en cada caso. Lo que es
cierto es que, de acuerdo a nuestro marco, debiera ser su familia y su círculo
más cercano los que elijan, no un médico, no el gobierno.
El derecho al aborto
El aborto es un tema aún más complejo, al
menos por las siguientes causas:
·
No es claro en qué momento
pasamos de la mera vida biológica que no nos importa tanto a la vida existencial que antes describimos.
·
No es posible hablar de un
individuo independiente de su madre. Cualquier discusión de libertad individual
va a producir colisiones entre la libertad de la madre y la del feto.
El primer punto ya es difícil, ya que la
vida biológica no nos importa en si misma. Al matar un animal para comérmelo
estoy eliminando vida biológica. Y los animales (e incluso las plantas),
comparte y pueden incluso sobrepasar la complejidad de un feto, siendo capaces
de sentimientos, de sentir dolor, etc.
He escuchado argumentos como "la vida
humana es distinta", pero suelen ser muy superficiales y normalmente se
desinflan rápidamente con contraejemplos. ¿Qué diferencia la vida humana de la
no-humana y le da una cualidad diferente? ¿El ADN? De ser así una mosca es 98%
humana y al cortarme las uñas estoy cometiendo un genocidio. ¿El potencial de crecer?
Tal vez, pero hablar de potencial es peligroso, ya que reconoce que la vida que
podríamos destruir no es, en el momento y para todos los efectos, el tipo de
vida que queremos proteger.
Proteger un mero potencial es
extremadamente complejo, ya que dejamos de hablar del presente y entramos en
cadenas de causalidad, en aquellas cosas que podrían en el futuro provocar la existencia
de un ser humano con libertad y potencial para la felicidad. Al decirle a mi
hija que no se acueste con su pololo estoy sin duda destruyendo la posibilidad
de un posible ser humano. ¿Quién decide donde parte la causalidad? ¿En la
concepción? ¿Después? ¿Antes?
En suma, definir los derechos del feto es
difícil, siendo que no puede considerarse aún un ser humano libre e
independiente. Esto no quiere decir que deba ser de inmediato eliminado ni
mucho menos (no estoy tampoco de acuerdo con la matanza innecesaria de animales
ni con causar sufrimiento innecesario, sin importar de qué tipo de vida estemos
hablando). Quiere decir, sin embargo, que tienen un peso menor que el de un ser
humano que ya no es un potencial sino una realidad, en particular, los de la
otra persona involucrada en esto: la madre.
Al hablar de la madre, vemos que tiene
también varios derechos en juego:
·
Su vida, dado que un parto
tiene riesgos inherentes.
·
Su libertad de elegir ser madre,
de decidir qué hacer con su propio cuerpo, etc.
·
Su felicidad, dado el enorme
impacto que un hijo podría tener sobre su calidad de vida, sus metas y
objetivos, su subsistencia económica, etc.
Si fuéramos como hormigas estos problemas
no existirían, la sociedad podría por ejemplo hacerse cargo del huevo en primer
lugar y de la crianza de la nueva persona, dándole un puesto en la sociedad en
forma totalmente independiente de su madre y sin afectarla, pero esta no es la
realidad.
Si tanto la madre como el feto están
involucrados, nuestro marco aplica sin duda: es la madre la que debe elegir. No
sólo sus derechos son iguales o más fuertes que los del feto, sino que es la
más cercana para tomar una decisión por ambos.
El rol del gobierno y de la sociedad
¿Implica todo esto que la sociedad no
debiera hacer nada? No, en absoluto. La sociedad es una plataforma, que debiera
velar en todo momento no solo por los derechos de las personas, sino por su
felicidad. Esta plataforma no es fácil y puede a menudo estar limitada por
realidades y recursos, pero podemos llegar a un consenso de cuáles resultados
son los que buscamos. Es para tomar estas medidas que un marco moral es
fundamental, no sea que terminamos por adoptar remedios que son peores que la
enfermedad.
En particular, la sociedad no debiera
criminalizar en casos como los antes mencionados. Hay una larga lista de
ejemplos de cómo la criminalización no siempre es efectiva y a menudo tiene
significativos efectos colaterales. El uso de violencia debiera ser mantenido a
un mínimo.
Por el contrario, el rol del gobierno
debiera ser de dar a las personas el apoyo, la información y las alternativas
que necesitan para hacer un buen uso de su libertad. No en dejar a la gente sin
alternativas. En los ejemplos anteriores esto puede traducirse en políticas
públicas como:
·
Hacer una campaña informativa
sobre los riesgos de ciertas actividades.
·
Promover la seguridad laboral.
·
Tener centros de apoyo para
gente en riesgo de suicidio y hacer campañas informativas.
·
Promover un fuerte programa de
adopción, liberando a una mujer embarazada de los costos de dar a luz y
promoviendo decir no al aborto.
·
Promover la disponibilidad de
anticonceptivos, para evitar embarazos no deseados.
·
Etc.
Por sobre todo, estas medidas debieran dar
un buen ejemplo que si bien es bueno tener un marco moral para priorizar
derechos fundamentales, es más que posible hacer cosas que fomentan la vida, la
libertad y la felicidad sin hacerlas entrar en conflicto. Este debiera ser, a
fin de cuentas, nuestro objetivo principal.
[1]
Fue interesante encontrarme con exactamente los tres principios que quería
discutir, en una sola frase. En particular, es notable como se habla del
derecho de perseguir la felicidad, no necesariamente de encontrarla. Una vez
más, mis más profundos respetos a Jefferson.