Sunday, June 5, 2011

Algunas maravillas del mundo en que vivimos.

En el post anterior sobre Religión mencioné algo sobre la cantidad de estrellas en el cielo, cada cual con su propia historia y posibilidades infinitas. También hablé de como este planeta en particular es una de las gemas del universo. Para ambas ideas, a veces las imágenes valen más que mil palabras... véanlo en pantalla completa.

The Mountain from TSO Photography on Vimeo.

Friday, June 3, 2011

Todo sobre Religión

Muchas veces me ha tocado conversar sobre religión e invariablemente termino teniendo que explicar porqué decidí dejarla de lado. Lamentablemente, creo no haber podido nunca hacerlo bien, puesto que los criterios son diversos y constantemente las conversaciones caen en temas secundarios como si los curas son o no pedófilos u otros parecidos. Así es que hoy decidí sentarme y considerar, para mí mismo y para aquel al que le interese, cuáles son mis motivos para llamarme agnóstico. Muchos de los ejemplos y analogías que brindo tienen raíces católicas, puesto que esta es la religión a la que más he estado expuesto desde mi infancia; sin embargo, creo que ilustran puntos comunes a todas las religiones y que no sería difícil encontrar otros ejemplos.
Uno de los problemas al hablar de religión es que la palabra abarca muchas cosas y no es fácil para algunos separarlas. En mi opinión la mayoría de las religiones constan de tres elementos.

El marco moral

Es decir, las convenciones que rigen la convivencia de las personas en dicha religión. Esto tiene sentido porque la separación entre la religión y la ley civil es muy reciente (y en ciertos lugares inexistente). Salvo contadas excepciones (como apedreamientos, etc.), creo que la mayoría de las religiones proponen algo razonable: no dañar al prójimo, promover valores positivos como el amor, la caridad, etc. y condenar valores negativos como el egoísmo, la vanidad, la codicia, etc.
Ahora, estos no son más que valores humanos que todos sabemos mejoran la vida de las personas y nuestra convivencia; son comunes a todos nosotros e intrínsecos a la evolución del ser humano. Cabe preguntarse si las religiones son en efecto la mejor forma de transmitir y promover estos valores. Al respecto tengo sentimientos encontrados. Por un lado creo que algunos pueden necesitar el temor a las represalias de una divinidad para impulsarlos a actuar moralmente. Tal vez incluso la fe ciega puede generar un mayor impulso en promover estos valores que la tranquila aceptación de los valores humanos. Sin embargo, creo que éste es un paradigma bastante negativo, por varias razones:

  • No creo en el temor como el mejor mecanismo (aunque lo usamos por ejemplo al amenazar con multas o cárceles, pero lo siento una necesidad sumamente anti-espiritual y ojalá transitoria).
  • Siento que la religión diluye y ensucia los valores fundamentales con su propia agenda, llegando a inconsecuencias tales que permiten actos derechamente amorales (piénsese en la evangelización forzada de los pueblos indígenas, la inquisición, las cruzadas, la persecución de la ciencia, la Jihad, etc.).
  • Siento que las religiones evolucionan más lento que la humanidad, siendo en muchos casos un problema a sortear más que un apoyo. Esto es particularmente cierto con respecto a los textos sagrados, que se consideran inmutables pero que requieren de cada vez interpretaciones más complejas (a veces inconsecuentes y ridículas) para adaptarse a nuestros valores. La biblia, por ejemplo, fue escrita en una época donde la esclavitud era aceptada, la igualdad de la mujer no existía, la tortura era pan de cada día, la sexualidad era tabú, el fin del matrimonio era la reproducción y la sociedad en general era mucho más violenta y primitiva. En general, es cosa de mirar un poco la historia o la actualidad para ver que en la gran mayoría de los casos la religión ha frenado el desarrollo de la humanidad en vez de promoverlo. Basta contemplar algunas de las costumbres del mundo islámico (marcadamente religioso) o bien cómo abrazar profundamente el catolicismo llevó a Europa a la edad media, llamada no en vano el Oscurantismo. El Renacimiento y la Ilustración sólo fue posible cuando el catolicismo perdió influencia y los filósofos retomaron la búsqueda de la razón humana por sobre la fe.
  • Siento que los valores toman un segundo lugar en el discurso religioso. He visto a quienes se permiten constantemente atentar contra los valores promovidos por Cristo, descaradamente, en la comodidad de que uno puede ser un buen cristiano en base a orar, ir a misa o confesarse. En estos casos, mezclar los valores como una parte de lo importante es quitarles importancia.
  • La moral religiosa contiene intrínsecamente un tipo de exclusividad, que desincentiva la búsqueda de la sabiduría humana. Considero que es posible encontrar estos valores en partes de los textos sagrados, pero también en fábulas, filosofías, cuentos y otras obras. “El Principito” es para mí una fuente de inspiración tan válida como la Biblia, pero ambos deben ser filtrados e inspeccionados con criterio, nunca tomados como la fuente única, correcta y completa de la sabiduría humana (como he escuchado afirmar).
En suma, si bien la religión a veces contiene y promueve valores razonables, es en mi opinión una mala manera de hacerlo, puesto que a menudo distorsiona, disminuye o derechamente impide el actuar y crecer de la moral humana que todos compartimos. No niego que el esfuerzo y la caridad de muchas personas religiosas ha traído mucho bien al mundo, pero me pregunto si no habrá mejores estandartes bajo los que congregar a las buenas personas.

Los ritos

El segundo elemento en cualquier religión son los ritos. La misa, la comunión, la oración 5 veces al día mirando hacia la Meca, el no consumir determinados alimentos, etc. La verdad es que, siendo un fiel creyente de la libertad personal, no tengo nada contra ninguna de estas actividades, siempre y cuando no tengan consecuencias negativas para otros (sacrificios humanos por ejemplo). Sin embargo, a la gran mayoría de estas actividades no les encuentro demasiado sentido, creo que apelan más a la necesidad del ser humano de algo tangible que a la verdadera búsqueda de lo intangible. Creo que estos ritos pueden distraer a las personas de los temas más fundamentales, dejándolos en un nivel básico y primitivo (basta ver el resurgimiento del New Age, lleno de ritos pero con poco contenido).

Rescato en todo caso aquellos espacios de tiempo que llevan a las personas a hacer un alto en su vida diaria y reflexionar. Los griegos creían que la filosofía era la más alta dedicación humana y creo que tenían algo de razón. Es difícil convertirnos en mejores personas sin reflexionar sobre las circunstancias que nos rodean, los temas que nos afligen, lo que queremos ser, etc. Es como intentar enhebrar una aguja mirando en otra dirección. Algunos ritos, al menos, nos hacen mirar en la dirección correcta.

La Fe

Este es en mi opinión el tema más relevante a la hora de hablar de religión, pero es sin embargo el que menos escucho con aquellos con los que he conversado. Muchos son creyentes “pragmáticos” a los que no les importa mucho en verdad si es que Cristo resucitó o no, si la virgen es virgen, si existe el cielo o el infierno (o el ahora eliminado purgatorio), si existen los ángeles (un fragmento curiosamente pagano del cristianismo), los santos o las apariciones de la virgen (ambos curiosos intentos de tener una especie de panteón politeísta en una religión monoteísta, pero en fin, la gente quiere rezarle a alguien específico para pescar en el mar o para sanarse de una enfermedad). Sin embargo, en que creemos es para mí el punto más importante a la hora de decidir si pertenecemos o no a una religión (y a cuál).

Lo primero es la certeza de que todos creemos en algo, todos tenemos fe, pero no toda la fe es necesariamente religiosa. Considero absurdo decirle a un ateo, por ejemplo, que no tiene fe. El probablemente tiene fe en sus padres, en sus amigos, en el amor de sus hijos, en la humanidad misma, en una filosofía o postura política, en su nación. Una persona puede creer en todas ellas y confiar en todas ellas. Es por esto que me voy a centrar en la fe religiosa, con esto me refiero al conjunto de afirmaciones y dogmas que una determinada religión hace sobre el universo y la realidad en que vivimos.

La percepción de la realidad

Las creencias son un tema complicado, ya no existe absolutamente nada que podamos asegurar, certeramente, como “real”. La mayoría de lo que creemos conocer nos llega a través de fuentes externas; libros, historias, videos, etc. ¿Podemos creer en ellos? Inclusive las cosas que experimentamos nos llegan a través de nuestros propios sentidos. ¿Podemos confiar en ellos? Al final, bien podría ser que todo lo que creemos conocer, todo aquello que consideramos verdadero es tan solo un sueño o una ilusión. No podemos por ende saber con certeza qué es real, pero una visión pragmática nos indica que ante el desconocimiento lo mejor que podemos hacer es, como indica Stephen Hawking en “El gran diseño”, crearnos un modelo práctico sobre el que trabajar, evitando así la parálisis de la incertidumbre.

Necesitamos entonces para vivir la vida hacer un sinnúmero de saltos de fe, adoptando creencias que no podemos demostrar pero que nos hacen sentido. Aristóteles por ejemplo fue uno de los primeros en plantear la teoría de que existe una realidad única de la que todos somos partícipes. Puede sonar obvio, pero en el fondo es un primer salto de fe, ya que no tenemos forma de demostrar afirmativa o negativamente la veracidad de esta afirmación. Así mismo, sobre esta primera premisa tendemos a acumular muchas otras y es interesante mirar en detalle el mecanismo mediante el cual formamos este modelo de la realidad.

Adquiriendo creencias

Mi experiencia me indica que no hace falta demasiado para que una persona crea en algo. Por el contrario, me parece que hay muchos más crédulos que escépticos. La mayoría de las personas dan por verdadera casi cualquier cosa que escuchen, sin tener el interés o el tiempo para investigar o buscar posibles alternativas. Al mismo tiempo, la mayoría de la gente cree en lo que quiere creer y puede afirmarlo con completo convencimiento y convicción sin evidencia alguna. Vi inclusive un estudio que indica que si una persona quiere creer algo y se les muestra evidencia contraria, más convicción muestran en su creencia previa.

Hilando más fino, se me ocurren algunos criterios intuitivos para aumentar o disminuir el grado de verdad que le asignamos a diversas cosas. Por ejemplo:

  • La repetición es un factor. Entre más fuentes afirmen los mismo, más verdaderas creemos que son las cosas. De ahí nacen me imagino conceptos como “propaganda”.
  • La forma de transmisión es importante, como seguramente saben los expertos en publicidad.
  • Creemos más en algo si la fuente que nos la transmite es considerada confiable.
  • Creemos más en las cosas que nos prueban en la razón o que nos conviene creer.

Estos son en efecto los criterios que hicieron de mi, originalmente, un cristiano creyente: Todos a mi alrededor afirmaban lo mismo, apoyados por diversas ilustraciones, canciones, etc. Dichas creencias me fueron transmitidas desde pequeño por mis padres, familiares y amigos. Al mismo tiempo, ¿qué puede ser más conveniente que confiar en un ser todopoderoso que me ama y perdona (además de un ejército de ángeles, santos, vírgenes y otros que velan por mí)? Otra cosa que en algún momento creí por exactamente las mismas razones: El viejito pascuero.

La multitud de religiones

Los criterios mencionados dependen en gran medida del entorno en que uno se encuentre. Es totalmente entendible entonces que aquellos que nacen en entornos cristianos sean cristianos y aquellos que nazcan en un entorno budista sean budistas. Sin embargo, si aceptamos que la realidad es la misma para todos, forzosamente una de mis creencias habría estado equivocada, puesto que ambas religiones hacen afirmaciones distintas (y no compatibles) de la realidad. La tolerancia religiosa es una bonita palabra, pero en el fondo, cualquier creyente verdadero tiene que funcionar bajo la premisa de que él está en lo correcto (y por ende todos los demás en el error), aunque no lo diga en voz alta. Es eso o entrar a transar y ajustar sus creencias para adecuarlas a las afirmaciones de todas las demás religiones, alejándose así de sus creencias iniciales.

La cosa se pone aún mejor cuando consideramos las decenas de miles de creencias distintas que el ser humano ha creado a lo largo de la historia (y no dejo de lado las antiguas de los Griegos, Incas, Mayas, Nativos americanos, etc.). Muchas de estas creencias pueden parecer ridículas, otras primitivas y otras rebuscadas, pero todas muestran explicaciones posibles de la realidad. Ahora pensemos en cuántas posibles creencias podrían existir. ¿Cuántas creencias distintas podría generar la imaginación humana, cada cual con su propias explicaciones al origen de las cosas, a lo que ocurre después de la muerte, etc.?

Se me ocurre, por ejemplo, una donde el mundo fue creado por un conejo gigante, donde el universo cuelga de su cuello en un collar y donde al morir nuestras almas escapan de dicho collar para caer al vacío infinito de afuera. ¿Puede alguien demostrarme que estoy equivocado? No. ¿La consideran poco realista? Pues bien, no menos que una religión donde el universo está sobre 4 elefantes y estos sobre una tortuga u otra donde el agua se transforma en vino, los peces se multiplican y al morir todos vamos a algún lugar del cielo por donde no pasan aviones a vivir eternamente entre seres alados o bien a un lugar en llamas a sufrir eternamente mientras nos rechinan los dientes. Por lo que he visto, no importa que tan rebuscada sea una creencia, siempre habrá alguien dispuesto a creerla. Si no me creen, googlen “Scientología”.

Una posible explicación

Como paréntesis, vale la pena preguntarse de dónde vienen todas estas creencias. Las respuestas son muchas y van desde la tradición de los pueblos a los fines de lucro de algunos “profetas”, pero al final es fácil encontrar cierto patrón común. Mi opinión es que las creencias son parte de la naturaleza humana, son parte de nuestra constante búsqueda de un modelo que nos permita entender y de esa forma controlar, el mundo que nos rodea. Son una consecuencia de nuestra evolución y de los mecanismos de supervivencia que hemos desarrollado.

La imaginación, por ejemplo, es una de nuestras herramientas más poderosas, ya que nos permite crear nuevos conceptos. La imaginación nos permitió crear armas y herramientas y es la base de la invención y la razón por la cual hemos logrado llegar donde estamos a pesar de nuestra inferioridad física frente a animales más letales. El miedo es otro mecanismo de supervivencia, un instinto que nos indica de la presencia de potencial peligro. Sin embargo, el miedo puede también paralizarnos, por lo que también hemos creado formas de vencer nuestros miedos. Cuando el hombre primitivo por ejemplo se ve inferior a los depredadores toma la sangre de un animal cazado para quedarse con su fuerza, elije un animal totémico, crea un amuleto protector o que le haga más fuerte, confía en un espíritu protector, utiliza un conjuro, toma una poción o reza a un dios.

Hoy, de hecho, descartamos como primitivas las creencias de nuestros antepasados y nadie las tomaría en serio sino como objeto de estudio histórico, sin embargo, nuestras propias creencias son al final bastante similares: formas pintorescas y variadas de dar respuesta a nuestro miedo a lo desconocido, a nuestra propia fragilidad y a nuestra impotencia frente a las crudas realidades del mundo. Por supuesto, ya nadie reza ya al dios del rayo, del truenos o del sol (todos fenómenos ya conocidos y explicados), pero aquí van algunos de los temas que aún están en boga:

  • La creación del universo
  • El miedo a la muerte y la necesidad de trascendencia posterior
  • La búsqueda del sentido
  • La explicación de la miseria humana (y como escapar de ella mediante la salvación, la iluminación, etc.)
  • La búsqueda de justicia universal
  • Las limitaciones humanas (y la búsqueda de algo más: un alma inmortal, un componente de divinidad, etc.)
  • Etc.

Todos estos son sin duda temas importantes y que a todos nos aquejan. Sin duda considero que es bueno y valioso conversar estos temas y buscar tanto respuestas como soluciones, pero el solo hecho de que casi todas las religiones aborden los mismos temas me habla de un patrón común dónde no estamos realmente buscando conocimiento o soluciones, me hace preguntarme si no estamos tapando los problemas con mitos e historias que nos dejen tranquilos. Una especie de efecto placebo o, como dijeron por ahí, el opio del pueblo.

La ineludible conclusión

Volvamos sin embargo a nuestra afirmación de que hay probablemente MILLONES de explicaciones para la realidad. ¿No sería un acto de profunda arrogancia ser capaz de pensar que “la mía es la correcta”? ¿No es acaso dicho acto necesario a la hora de tener fe religiosa?

Si estuviera forzado a afirmar algo, diría que es probable que TODAS las religiones se equivoquen en la mayoría de sus afirmaciones. Lo digo porque soy consciente de que la imaginación del ser humano es limitada, porque nuestra capacidad para percibir el universo lo es aún más y porque a lo largo de nuestra historia ambas cosas han quedado demostradas una y otra vez: El mundo NO es plano, la tierra NO es el centro del universo, la vida es MUCHO más antigua de lo que todas las religiones afirmaban, NO son los dioses los que hacen llover, o que caiga el trueno, o que tiemble, las estrellas NO son los espíritus de nuestros antepasados ni hoyos en el velo celeste, etc. Las religiones tampoco fueron capaces de anticipar el átomo, las galaxias, las explosiones nucleares en las estrellas y el sol, etc.

En efecto, las religiones nos han fallado una y otra vez a la hora de poder encontrar la verdad, la realidad única de la que hablaba en un inicio. Mi impresión es que solo estamos encontrando esta verdad de a poco, usando sin duda nuestra imaginación, pero también preocupándonos de encontrar formas que corroboren si estamos o no equivocados en vez de encerrarnos en el dogma y la fe: esto se llama ciencia. Lo interesante de la ciencia es que utiliza premisas opuestas a las religiones; parte del “no sé” en vez de el “yo sé”, parte de “todas afirmación puede (y de ser posible debe) ser demostrada incorrecta” en vez de “estas afirmaciones son correctas y no pueden ser cuestionadas”.

Por suerte, no estoy obligado a afirmar algo. Realmente nadie me obliga a hacerlo, a pesar de que la gran mayoría de la humanidad parece no darse cuenta de este simple hecho. Este es el agnosticismo y es en mi opinión una postura bastante inteligente. Sin embargo, el agnosticismo sólo nos ayuda a no tener que inventar la realidad, no nos ayuda a buscarla. Para ello, vamos a tener que buscar otros criterios para ir armando nuestro modelo, criterios que ojalá no dependan tanto de nuestro entorno sino que puedan ser aplicados universalmente.

Otros criterios para adquirir creencias

Dado que establecimos que existen toneladas de creencias y que no son difíciles de adquirir, lo que realmente necesitamos no son herramientas para adquirir creencias, sino herramientas para filtrarlas, herramientas para buscar la aguja en el pajar. Por suerte, he encontrado en mi vida poderosas herramientas para ello:

No realizar supuestos sin motivo

Mi primer premisa es que el hombre tiene que aprender a lidiar con la incertidumbre. No lo sabemos todo, eso es patente y considero que a veces necesitamos saber aceptar este hecho. No sé por ejemplo que ocurre luego de la muerte, pero ello no es un impedimento para llevar una buena vida, seguir una moral estricta o trascender como persona. No es necesario por tanto inventar otras creencia para tapar mi falta de conocimiento, solo hace falta la valentía para aceptarla.

La navaja de Occam

Al observar un fenómeno, normalmente la explicación más simple es la verdadera y no intentar dar a todo una explicación mística o sobrenatural. Un ejemplo típico son los enfermos terminales, por los que la gente siempre reza. Si el enfermo muere era lo esperable, por lo que a nadie le parece extraño. Si el enfermo se recupera contra todo diagnóstico, entonces es resultado del rezo y la historia se esparce por todos lados. Sin embargo, la realidad es que los médicos no manejan todas las variables y hay siempre un porcentaje menor de gente que se recupera. Si queremos saber lo realmente ocurrido, es más fácil pensar en que el enfermo era uno de los que están considerados en las estadísticas (pues lo está), que pensar en la intervención divina de un ser superior escuchando nuestras oraciones mientras ignora las de tantos otros. Una explicación es enormemente más simple que la otra.

La consistencia con la realidad observable

Si tenemos una teoría sobre la realidad, siempre es bueno ver si es consistente con las cosas que se pueden observar. En ciencia al menos, el encontrar contraejemplos a una teoría es sinónimo de que esta queda inmediatamente desacreditada o en el mejor de los casos requiere de una seria revisión. Para mí este es uno de los criterios más importantes a la hora de buscar la verdad. Dos observaciones particulares me parecen muy relevantes: el ser humano es imperfecto y existe enorme sufrimiento en el mundo.

Ciertas religiones asumen que el hombre es imperfecto y va en camino a la iluminación, tomando la existencia del sufrimiento como algo lógico. La creencia en la ley del karma por otro lado muestra la existencia de una justicia universal, donde el mal cometido se sufre luego en carne propia. El sufrimiento por ende es fácil de explicar.

El cristianismo en cambio es en mi opinión inconsistente con esta realidad, y debe ser por ende adaptado. Simplemente no veo el sentido en un dios que es todopoderoso y omnisciente, que creó al ser humano a su imagen y lo ama profundamente. ¿No podría dicho dios salvarnos de nuestro sufrimiento? Hay quienes dicen que elige no hacerlo por la “libre elección”, pero la verdad es que no veo el valor de ello. ¿Porqué crear al hombre imperfecto si sabía que el sufrimiento era la consecuencia? ¿Por qué poner la proverbial manzana o dejar que la serpiente nos tentara? ¿Porqué las epidemias o las catástrofes naturales? Sería, en mi opinión, más una muestra de sadismo que de amor, tal vez algo esperable en los dioses griegos para los que el ser humano no era más que un entretenimiento.

Si quisiera encontrarle sentido, alguna de las siguientes afirmaciones debiera ser descartada.
  • Dios es todopoderoso
  • Dios es omnisciente
  • Dios nos ama
  • Dios no tiene un oponente igualmente poderoso
Y no, no considero que “los caminos de dios son misteriosos” sea una respuesta razonable. No solo porque deja de lado todo uso de razón, sino porque me suena a “no tiene sentido, pero cómpratelo de todas formas”.

La ciencia, en cambio, es totalmente consistente con la realidad observable. Esto no es producto del azar, sino a que la ciencia se construye en base a estas observaciones y lo que no cuadra es descartado.

Lo que sabemos usando criterios razonables

La ciencia explica la existencia del hombre mediante la evolución. Lo cual indica que las especies se adaptan constantemente a su entorno, desarrollando de esta forma diversos mecanismos que son puestos a prueba mediante la supervivencia. Esta explicación a diferencia de otras es completamente consistente con lo que logro observar en el mundo, sobre todo con respecto a las imperfecciones y sufrimientos del ser humano y el obrar aparentemente caótico de la naturaleza a nuestro alrededor. Tiene la ventaja además de ser una teoría lógica, reproducible y basada en toneladas de evidencia.

Ahora, a muchos les cuesta creer que algo tan avanzado como el ser humano provenga del azar. Esta es una equivocación muy común y proviene de la desinformación. La evolución no es azar, sino un complejo mecanismo de 4 factores: reproducción y recombinación genética, mutación aleatoria, selección natural y la suma de cambios graduales a lo largo de miles de generaciones. Un árbol, por ejemplo, nunca crece en forma de un cubo, encontraríamos extraño y sobrenatural encontrar un arbusto con esta forma (aunque tampoco es imposible). Sin embargo, si el arbusto creciera dentro de un cubo de vidrio, crecería con dicha forma naturalmente. Los seres vivos, por ende, son formados por el entorno en el que estamos.

Podríamos creer que si hay un entorno entonces alguien tiene que haberlo creado, pero eso de nuevo apunta a nuestra ilusión de control. Si TODO tuviera requiriera un creador, ¿Quién creó al creador? Si ya estamos dispuestos a contradecir nuestra regla diciendo que dios es una excepción, bien podríamos hacer la excepción con el entorno mismo y ahorrarnos dolores de cabeza y la arrogancia de inventar algo innecesario un paso más allá de lo que somos capaces de percibir, que es el entorno mismo.

Si este no es argumento suficiente, consideren también que aunque todo fuera producto del azar (lo que no es verdad) y aunque la probabilidad de que el ser humano hay alcanzado las maravillosas capacidades que todos compartimos sea una en un billón, la naturaleza ha hecho muchos intentos. En efecto, el número de estrellas estimadas en el universo es de 300.000.000.000.000.000.000.000 estrellas. Muchos más planetas y muchos más ecosistemas diversos en dichos planetas. Aunque mantuviéramos nuestra idea de que la probabilidad es una en un billón, habría trillones de seres como nosotros en el universo.

Es sin embargo difícil imaginarse números tan grandes. La misma evolución no nos ha preparado demasiado bien para estos grandes conceptos (como tampoco para el pensamiento a largo plazo y otras deficiencias), puesto que es solo muy recientemente en la escala de la evolución humana que hemos abarcado estos temas. La ciencia puede por ende, resultar anti-intuitiva y estamos acostumbrados a creer en nuestra intuición. Muchas veces he escuchado “Ok, hay millones de seres inteligente, ¿pero porqué justo nosotros?” Pues bien, por improbable que sea haber evolucionado en un ser inteligente, la probabilidad de que cualquier ser que pueda siquiera cuestionarse el hecho sea inteligente es de un 100%. A esto se le llama teoría “Principio antrópico” (http://es.wikipedia.org/wiki/Principio_antr%C3%B3pico). Es decir, si no fuéramos inteligentes, este no sería un tema ni causa de asombro.

Para entender esto podemos usar como analogía un ejemplo más cotidiano donde las probabilidades son bajas: la lotería. Por poco probable que sea, sabemos que si se venden todos los boletos alguien ha de ganar, esto es en efecto, lo que ocurre en el universo. Si yo compro un boleto y no me gano la lotería me parece normal y no hay nada que explicar. Si por el contrario me la gano es un evento extraordinario y difícil de creer, sin embargo, no me hace pensar “Ah, entonces la lotería tiene que haber sido específicamente creada para que yo me la ganara”. El planeta tierra es, en términos de la vida, uno de los ganadores de la lotería universal.

Contra-Argumentos

Tratar de ir en contra de la religión es a veces bienvenido, a veces tomado como un tabú o a veces tomado como una falta de respeto o tolerancia a la diversidad. Sin embargo espero haber sido razonable y respetuoso en la postura expuesta. No intento hacer una apreciación de la gente misma, pero tampoco creo que toda creencia sea válida o inteligente. La mía es una postura que no esquiva el conflicto y por ende he escuchado decenas de argumentos en contra. Aquí van algunos tipos:

Teológicos / Dogmáticos

“Lo que dices no es verdad porque la biblia dice…”. Esta crítica carece de una base común sobre la que establecer una conversación. Lamentablemente, no tengo ningún razón para creer en la biblia u otro dogma como un punto de partida y cualquier argumento que esté basado en algo como esto no tiene para mí una base sólida y no es por ende un buen argumento, sin importar la convicción con que se pronuncie. Yo por el contrario he intentado partir de un consenso muy básico, que es que la realidad es la misma para todos.

Vivenciales

Estos son del tipo “yo lo siento así” o “yo he sentido personalmente a dios” o similares. Me es difícil creer en estos argumentos. No es que no haya yo tenido sensaciones inexplicables en mi vida, pues si lo he hecho y recuerdo esos momentos como si hubieran ocurrido ayer. En efecto, hay cosas misteriosas en la vida que no es posible explicar y que tal vez ni siquiera vale la pena intentar explicar.

No niego las sensaciones de nadie, pues no dudo que sean verdaderas. Lo que pongo en duda son las explicaciones que les otorgamos a esas sensaciones. ¿Cómo es que sentimos algo que difícilmente podemos explicar pero queremos creer que sabemos exactamente de que se trata?

No, los sentimientos no prueban demasiado. Sin imposibles de comunicar, son elusivos y difícilmente dignos de confianza. Sobre todo cuando todos sabemos que nuestros sueños pueden sentirse tan reales como la realidad misma, que ciertas drogas o alucinógenos nos pueden hacer ver o sentir cosas o inclusive que un desbalance químico, una contusión craneal, la falta de oxígeno y decenas de otras causas engañan nuestros sentidos. Inclusive la mítica “luz al final del túnel” o esas experiencias de gente que parece volver de la muerte han sido explicadas (y replicadas) médicamente.

Yo atesoro las sensaciones que he tenido, pues son, en su mayoría, hermosos recuerdos, pero reconozco que no demuestran nada.

Prácticos

Varios argumentos se basan en las consecuencias prácticas de no creer y estoy de acuerdo con la mayoría de ellas. Es conveniente creer y sería enormemente práctico si pudiera olvidar todo lo que se y dejar mi racionalidad de lado para simplemente creer. Me encantaría creer en un mundo místico lleno de dioses y fantasmas, conejos que dejan huevos de chocolate, almas, fantasmas, ángeles y dragones. Todos tenemos algún nivel de fascinación con la fantasía y yo soy el menos indicado para criticarlo, puesto que la comparto totalmente, sin embargo, cree en todas esas cosas no haría al mundo un lugar más místico, me haría a mí más ciego.

Me encantaría creer que hay un ser todopoderoso o inmortal que tiene un plan para mí, que perdona mis errores, me ama incondicionalmente y me salvará de la muerte. A todos nos gusta creer esas cosas, hasta cierto punto necesitamos creer en todas esas cosas, no es por nada que las hemos inventado.
Un argumento interesante en el tema práctico es la crianza de los hijos. En efecto, educar a un hijo en forma agnóstica es mucho más difícil, puesto que se reducen enormemente los colegios a los que se puede postular. Esto es verdad. Lamentablemente los agnósticos somos una minoría, lo cual es siempre poco conveniente, pero no es un buen argumento para creer, a lo más me indica que me conviene hacer que otros piensen que creo. Claramente, no es lo mismo.

En fin, tampoco es la primera vez en que he elegido seguir mis ideas por sobre la conveniencia y formar parte de una minoría. Al decidir que no me gusta tomar alcohol, por ejemplo, me topé con una enorme presión social por parte de familiares, amigos y gente en general. Temas de conversación que no podía compartir, etc. No es fácil y muchos simplemente ceden y hacen lo que todos los demás hacen, eliminando los roces. Es un camino y lo respeto, pero no es mi camino.

También he escuchado que conviene criar a los niños con una base de fe, porque pueden luego abandonarla si quieren. La premisa es que de lo contrario no podrán encontrar nunca la fe. Considero que esta premisa es falsa, no veo porqué es más fácil ir en una dirección que en la otra y ejemplos abundan en ambos casos. Sin embargo, ¿porqué buscaría yo educar a mis hijos en algo que, por todas las razones dadas, considero falso y dañino? Hay mentiras blancas que no me molestan y son algo cultural y bonito, como por ejemplo el ratoncito, el conejito o el viejito pascuero, pero no consideraría sano ver a un adulto manteniendo esas creencias.

Sin duda que adoctrinar a alguien desde niño con constantes refuerzos es la mejor forma de hacer que las ideas se mantengan en el tiempo, pero me resulta inclusive un poco cruel. Un círculo de adoctrinamiento sin sentido que se transmite de una generación a otra, totalmente carente de cuestionamiento personal. No, no es algo que me gustaría darles a mis hijos. Por el contrario, fue el discernimiento y la búsqueda las que me llevaron a dejar la religión cristiana y pretendo darles a mis hijos las mismas herramientas que a mí me costó tanto encontrar. Si su discernimiento los lleva a creer, muy bien, pero no considero que criarlos como borregos, dispuestos a seguir un dogma sin cuestionarlo, sea el camino. El mundo ya tiene demasiados fanáticos y demasiadas “causas”, cuyo fruto han sido las peores atrocidades que la humanidad haya visto. Las únicas causas en las que creo son aquellas que unen la razón y el corazón, no las que dejan alguno de los dos de lado.

Conclusión

Curiosamente, muchas personas cercanas consideran mi alejamiento de la religión un error transitorio, en vez de un paso fundamental en mi vida. Con un tono bastante paternalista, insinúan que el tiempo me enseñará y que pronto volveré al redil. Sin embargo, creo que he encontrado un camino más verdadero en la vida y más inteligente y espero en adelante demostrar que estaban equivocados. Espero llegar a mi lecho de muerte con los ojos bien abiertos y mirando la realidad a la cara. Si no lo hago, es porque mis miedos y mis necesidades pudieron más que mis convicciones.

Cada vez somos más las personas que han cuestionado nuestras creencias y tradiciones primitivas y considero que estos es un avance para la humanidad completa. No dudo sin embargo en que los seres humanos somos pasionales y necesitamos de valores y principios morales firmes, como también creo que estamos llamados a la perfección y a la trascendencia. Creo que puedo encontrar todo aquello en el maravilloso y complejo mundo que nos rodea sin necesidad de poner un velo ante mis ojos que me oculte lo incómodo o inconveniente. Si algo me ha enseñado la vida es que el mundo no es blanco ni negro, es gris, es todos los tonos entre medio, sin embargo, uno puede encontrar la luz si la busca.

Referencias: